Hemingway pertenece a Cuba tanto como El Ché.

La Bodeguita del Medio y El Floridita le dedican sus Mojitos y Daiquiris.

El ganador del Nobel no podía resistirse a la idea de la revolución. Y Fidel estaba agradecido de tener a un yanqui escribiendo en su isla textos que él mismo admiraba.

Se cruzaron una sola vez.

El Pilar. Obvio que tenía que tener nombre de mujer.

Era mayo de 1960. Fidel y el Ché aparecieron en la Marina Barlovento para participar en un campeonato de pesca de aguja dedicado a Hemingway. En dupla, los “barbudos” lograron conquistar dos segundos lugares y Fidel se llevó el campeonato individual. El propio escritor le entregó el trofeo.

Con esta vista se puede escribir un best seller, supongo.

Durante 7 años, entre 1932 y 1939, Hewingway se hospedó de forma intermitente en la habitación 511 del hotel Ambos Mundos de La Habana.

Varios capítulos de -"Por quién doblan las campanas"-  y artículos en la revista Esquire los escribió allí, con vista sobre la Calle Obispo, el malecón y los verdes techos de La Habana Vieja.

En su habitación, ahora convertida en museo, una de sus Underwoods todavía mira por la misma ventana sobre una mesa giratoria. Hemingway escribía de pie ante el dolor que sufría en la pierna por una herida de bala que sufrió en la II Guerra Mundial.

En las paredes cuelgan las imágenes de sus mujeres, las oficiales y las que se inventó.

La maleta viajera de Hemingway.

Y el velero Pilar, donde pasó las horas que lo inspiraron a escribir El viejo y el mar, está anclado en réplica sobre un velador de caoba.

También quedan sus zapatos y sus maletas Louis Vuitton. Y su pasado de espía.

Si La Habana está detenida en los gloriosos cincuenta; su habitación, también.