#ElPerúQueQueremos

Gokurako. Foto: K. Adaui

Fluidos

Publicado: 2011-02-27

La mujer en el baño piensa:

Todos observamos nuestras propias heces. Un vistazo, una confirmación, un alivio. Hay una relación directa entre esta observación y la conciencia de nuestro propio cuerpo y sus fluidos. Qué mayor intimidad que enfrentarse a la única basura incontenible.

El que no mira lo que el agua arrastra niega la naturaleza misma de la existencia.

La pequeña hija de un amigo le avisa después de ir al baño: mira, papá, mi caca parece un muñequito. Y este amigo toma su cámara de fotos y dispara. Me ha mostrado la espectacularidad de los “muñequitos” de su hija y he comprendido lo que intentaba demostrarme.  

Son las personas que saben compartir y las que no se conforman quienes, pese a que podría asegurarse lo contrario, consiguen cagar en cualquier lugar: avión, estadio, oficina, sala de reuniones, concierto, playa. Los perfeccionistas se desesperan y no pueden resolver de otra manera la premisa: baño de mi casa es igual a felicidad. Al primer grupo pertenecen, por ejemplo, los nómadas. Y al segundo, los acomplejados de sus olores, los que consideran que cagar debería ser un fenómeno y no una experiencia de eterno retorno. Los del primer grupo les recuerdan a los del segundo que sobrevivir es saber el momento exacto en que lo malo debe ser desechado para siempre. Es fácil reconocerlos: se siguen sorprendiendo cuando descubren a sus perros olisqueando sus propias heces y las ajenas en cada jardín. No comprenden que la memoria olfativa se reeduca. Ni siquiera son capaces de mirarlos cagar; solo recogen las heces de sus perros para no ser multados. No es asco. Es un terror atávico a la bestialidad.

Nuestra mujer en el baño recuerda que su madre no se baja del todo el calzón y el pantalón cuando orina. Y que lo hace de pie, sin entregarse, como si tuviera que huir apenas cometida una deslealtad. Incluso cuando era más joven y flexible, orinaba desconectada de sí misma, sin la breve desnudez exigida. Este acto incompleto pero compartido le ha dejado la certeza de que su madre sabe poco de la vida. Cree que nadie le enseñó a confiar en la autoridad del cuerpo, a obedecerlo. Su madre deja ir todo con violencia, como una actriz efectista.

Nuestra mujer en el baño acaba de tirar de la cadena y se pregunta, luego de observar lo que el agua arrastra, si alguien sabe a ciencia cierta dónde acaban los restos del cuerpo, los fluidos, inundando qué mares, qué acequias, qué jardines.  ¿A dónde se va toda esta humanidad colectiva?

Celebra su curiosidad. 


Escrito por

Katya Adaui

¿Qué es lo que quiero contar? ¿Qué es lo que he aprendido?


Publicado en

Casa de estrafalario

Escribo para descubrir, para ser feliz, para viajar, para volar. @kadaui