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Crítica de "Algo se nos ha escapado" en ¡Basta de Carátulas!

Publicado: 2011-06-14

Iván Thays ha reestrenado hace pocas semanas un blog de crítica literaria que escribe en paralelo a su Moleskine Literario. Hace unos días, públicó una extensa crítica sobre mi segundo libro de cuentos. Me ha retado, entre otras muchas cosas, a escribir una novela; cree que mi vocación por lo fragmentado puede ayudarme a crear algo de más largo aliento. Y también, a medir el ingenio. Es cierto que es mi profesor de literatura desde hace más de cinco años y que, al mismo tiempo, es un amigo muy querido. ¿Puede un amigo criticar al otro, pese al cariño, a la admiración? Yo creo que sí. Al leer su crítica, como se darán cuenta, Iván ha intentado escaparse de la subjetividad de la amistad, ha marcado una distancia respecto de nuestros intereses y estilos; ha rechazado algunos de los míos. Por eso la comparto, mientras acepto sus retos y agradezco su honestidad.

Iván, he comenzado una novela.

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Katya Adaui

Algo se nos ha escapado

Borrador, Lima. 2011

Confieso que no soy muy fan de los aforismos, los relatos y menos aun los microcuentos. Desde luego, eso no me ha impedido disfrutar de autores como Gesualdo Bufalino, Juan José Arreola o algunos cuentos brevísimos de Augusto Monterroso. Pero siempre he considerado que esos textos se prestan más para el ingenio que para la profundidad; incluso el talento de Oscar Wilde parece haberse vendido al ingenio y solo algunos autores, en contadas ocasiones (pienso en Groucho Marx) me convencen que puede alguien ser ingenioso y profundo en la misma línea. Katya Adaui transita voluntariamente en el terreno del ingenio, tanto en el aforismo como en el microcuento, y lo hace con buena intención, con tino y desde luego, con habilidad. Pero no es suficiente para mí. Hay una expectativa frustrada detrás de ese talento innegable. Una expectativa que se completa solo cuando leemos los cuentos más extensos. 

Porque su libro de relatos Algo se nos ha escapado es un libro desigual, no solo por la naturaleza de los textos (que van del aforismo al cuento) sino por la disparidad de temas, contenidos y estilo de los relatos. El elemento unificador es la fragmentación. El primer título de la colección que ha editado Borrador era La vida vista por la vida. Un título críptico, menos preciso que Algo se nos ha escapado, pero quizá más sincero con lo que ofrece el libro. ¿Cómo sería vista la vida por la vida misma? Sin duda no como una sucesión cronológica de hechos, ni tampoco una serie de momentos extraordinarios o cráteres, sino como fragmentos deshilvanados, ráfagas de lucidez, historias que parecen no tener mayor importancia, alguno que otro dato o frase pescada al vuelo, y de vez en cuando una escena mayor, un conflicto que parece resumir o reinstalar (nunca organizar) dentro de la vida todos esos fragmentos.

Katya Adaui no ha dejado nada en el tintero. Las historias sobre su familia son las principales, sin duda. Madre, padre, hermanos y amigos ocupan un lugar de privilegio. Pero luego están los perros y también los niños (niños ingeniosos, niños ajenos) y un largo abalorio de objetos, temas y situaciones que pueden llegar a confundir a quien lee el libro como una sucesión de hechos, uno tras otro, en búsqueda de un orden. No existe tal orden. Katya Adaui arma su libro con las astillas de algo sólido que ha estallado –sin duda se trata de la vida misma- y se ha fragmentado; un objeto que ella no intenta reconstruirlo, sino censarlo.

Ese talento para la frase ingeniosa, para el boceto con unas cuantas palabras, ya lo había mostrado Katya Adaui en su primer libro Un accidente llamado familia. Sin embargo, en esta ocasión va más lejos. Algunos textos ocupan solo una línea. Y en cuanto al tema, se interna en el núcleo familiar no de manera accidental sino cierta e inteligente. Es entonces que el libro se vuelve indispensable, y no solo encantador o elocuente. Y es que los relatos dedicados a sus padres son piezas maestras del género. Hay un bello retrato sobre las cenizas del padre recién fallecido, por ejemplo, cuya sensibilidad lo hace entrañable. Pero es el cuento de su padre y el mar el que tiene una cuota de densidad insospechada. Debemos compararlo con el primer cuento, aquel dedicado a su madre, otro relato extraordinario, para anotar las resonancias. En ambos se trata de relaciones con miembros familiares y en ambos el agua es el elemento común. Con su padre, el mar y la playa. Con la madre, una piscina. La relación con el padre fluye, es una relación constructiva, de pares, de almas sintonizadas. Es como la vida misma, está en tránsito pero en su paso deja un aprendizaje. Por ello, el mar es el escenario privilegiado. El mar que se aleja y regresa, que es infinito, un reflejo del cielo, un recordatorio de la vida que continúa pero siempre es la misma.

Mientras exista el mar su padre no ha muerto.

La reconciliación con la madre, en cambio, es dolorosa y parece imposible. Sucede en una piscina, es decir, agua estancada, de difícil acceso, donde hay que dar brazadas fuertes para avanzar. Es una insistencia, una lucha limitada por los bordes de la piscina (y no por el infinito mar). Mientras madre e hija, unidas por un problema en la columna, nadan y discuten en la piscina sentimos asfixia, estamos encerrados con ellas, es una relación claustrofóbica, circular, sin solución. A través de elementos acuáticos, Katya Adaui ha sabido simbolizar dos tipos de relaciones familiares con la destreza de un maestro del género. No se trata de cuentos lineales, al contrario, el pasado aparece constantemente y la historia se cuenta fragmentada, como todo el libro. Eso es otro hallazgo Algo se nos ha escapado: la posibilidad de contar una historia a través de fragmentos que remiten –como incide el título- a aquello que recuperamos y al mismo tiempo a aquello que se nos ha escapado. Vida y muerte, dos caras de la misma moneda, lo que se nos escapa siempre.

Katya Adaui ha dicho varias veces que ella no se siente capacitada para la novela. Discrepo. Veo en esos dos cuentos, y en varios más del conjunto, una gran capacidad de observación y de elaboración simbólica del mundo. Esa complejidad beneficiaría mucho a una novela narrada no linealmente sino en fragmentos.  Tiene además un monotema, como son las relaciones familiares, y que no parece poder resolverse fácilmente en los relatos. Al fin, la vida se parece, mucho más, a una novela que a un libro de cuentos, eso es un hecho. La vida está llena de ripio. Los libros de cuento se lastran con el ripio, incluso cuando son ingeniosos como en Algo se nos ha escapado. En las novelas, en cambio, lo que llamamos “ripio” puede ser esa imperfección que le da su naturaleza vital y cierta, no precisa sino azarosa y siempre sorpresiva. Aquello que no termina de convencerme en el libro de cuentos de Katya, es lo mismo que podría hacer que una probable novela sea un éxito rotundo. Pero no especulemos más. Tal como está, este libro tiene textos que señalan la presencia de una de las voces más singulares de la narrativa latinoamericana. Y eso es lo que debemos subrayar ahora mismo para seguir alimentando el deseo de que esa voz crezca y se desarrolle –en cuento o novela- sin perder la sensibilidad, la profundidad y tampoco, desde luego, y ya que estamos en ello, el ingenio.

http://bastadecaratulas1.tumblr.com/post/6376477661/la-familia-como-accidente


Escrito por

Katya Adaui

¿Qué es lo que quiero contar? ¿Qué es lo que he aprendido?


Publicado en

Casa de estrafalario

Escribo para descubrir, para ser feliz, para viajar, para volar. @kadaui