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Foto tomada en el Club de Villa, sede Chosica, el pasado domingo: K. Adaui

Carta abierta a ti, socio...

Publicado: 2011-10-18

                                        Lince, 18 de octubre

A una semana de haber subido al blog las fotos del club Villa, a una semana de haber hecho una denuncia de discriminación con nombre propio, y al no observar un compromiso de sus funcionarios por cambiar la situación actual de baños que separan a las mujeres de las amas, les escribo hoy a sus socios, algunos de ellos, amigos míos.

La Historia nos ha demostrado con hechos concretos y documentados cuán fácil es investir de orden y disciplina al autoritarismo. Uno suele juntarse con quienes comparten sus convicciones o la falta de ellas. Ustedes son los que votan por los estatutos de su club. Ustedes permiten que sigan funcionando baños discriminatorios y quejarse al respecto puede parecer algo desproporcionado frente a tantos otros casos extremos de racismo que acontecen en nuestra sociedad, como país. Permítanme recordarles que fue en los baños donde se enraizó el Apartheid en Sudáfrica o en Estados Unidos. Y que discriminar en el Perú está penado por ley. Es delito. Es crimen. Así de fuerte y así de claro. Si existe un Decreto Supremo que protege aún más a las trabajadoras del hogar desde el 2009 y que es de conocimiento público, ¿por qué debemos alertarlos dos años más tarde, amparándonos en la buena fe de los directivos, que están cometiendo “un error”? ¿Por qué deben ser sancionados recién por la Municipalidad de Chosica o la de Chorrillos para enmendar? Discriminar es delito y ningún club ni funcionario puede ampararse en “lo privado”, para defender lo indefendible. Discriminar es corrupción.

No me extraña ni me sorprende que, quienes frecuenten el Club Villa o El Regatas o El Club Nacional o las playas de Asia, hayan considerado “necesarios” esos baños. Que el saberse privilegiados generación tras generación los haga vivir en un clima donde esos baños son síntoma de orden, estabilidad y ostentación, incluso, de pertenencia y seguridad. No voy a decir que los comprendo, porque sería simplificar o justificar su silencio. Solo voy a decir que todos son cómplices en actos de discriminación de los que muchas veces no son del todo conscientes. Ustedes veranean o disfrutan del invierno en ghettos que han elegido y el poder de seducción que ejercen esos lugares es casi irresistible. Casi. Si tienen ese poder, tienen el poder de firmar por estatutos que no denigren al otro. Nacemos en la cuna donde nacemos por azar (el dinero es, muchas veces, parte de esta ilusión). De eso no hay que olvidarnos nunca. Ni reciclar, ni donar, ni ser voluntarios algunas veces al año, nos convierte en seres benefactores o en solidarios…

Son personas no asociadas las que pudieron distinguir la baja calidad moral de la existencia de estos baños, o del “menú para nanas” de la Granja Azul, y denunciarlas. Las que no están acostumbradas a esta manifestación de envilecimiento cotidiano: Morgana Vargas Llosa y Euskar Echeverría (quien tomó la foto del baño de amas del Club Villa un par de años antes que las mías, etiquetando amigos en Facebook y quejándose de este acto discriminatorio, desde Estados Unidos). Ellos, como yo, preferimos “no hacernos de la vista gorda” y dar la cara. Créanme, estimados socios, que para mí hubiera sido mucho más fácil –desde todos los puntos de vista- entregar estas fotos a La Mula, a un periódico, sin firmar mi denuncia: les hubiera evitado un problema mayúsculo a los amigos que me invitaron al club Villa, para empezar, o hubiera evitado que me feliciten por un acto que es de justicia y que está muy lejos de la valentía; todos somos seres falibles y perfectibles. Si lo hice es porque no creo en la negación de la realidad, en el envilecimiento, en el “dejar pasar porque afuera existen discriminaciones peores”. Estas fotos son reales, porque esos baños discriminatorios son reales. Estas fotos sirven para que algunos se pregunten a dónde vamos cómo sociedad y qué tipo de divisiones le estamos enseñando a una generación de niños que, sin saberlo, tienen desde ya un enorme poder en sus manos… O si es más dolorosa una injusticia que nuestro propio miedo a las represalias o a cansar a otros con nuestra “sensibilidad social”.

Estas fotos sirven como testimonio, como antecedente.

Lo raro no debería ser denunciar actos de discriminación... Lo normal debería ser no permitir que estos actos existan como parte de un sistema al que uno paga para pertenecerle.

Y les dan a los funcionarios y a los usuarios del club la posibilidad de reivindicar una verdad. Mover abogados y no mover a obreros que unifiquen baños solo significaría una cosa: una corrupción aún mayor: la amoralidad absoluta.

Lo siento, pero yo no quiero ser la privilegiada invitada a un club así. Mi parámetro moral es otro.

Ustedes, ¿quieren pertenecer-le?

En una semana me voy a vivir hasta principios de enero a México y me temo que no podré seguir esta denuncia con la rigurosidad que ella amerita, pero espero realmente, como ciudadana, que algo cambie. Algo pequeño pero inmediato en cuanto a reparación: los baños de un club. Y que ese gasto/gesto simbólico nos haga crecer moralmente en dignidad.

Es tan fácil ser solidarios desde lo virtual. ¿Cuántas personas que pusieron “me gusta” a esta denuncia, realmente la difundieron y alertaron a otros acerca de la discriminación como vector de una sociedad cuya riqueza es la pluriculturalidad o promovieron el debate acerca de lo que significa ser “inclusivo” o “exclusivo”?

Saludos,

Katya Adaui Sicheri

DNI 10287140


Escrito por

Katya Adaui

¿Qué es lo que quiero contar? ¿Qué es lo que he aprendido?


Publicado en

Casa de estrafalario

Escribo para descubrir, para ser feliz, para viajar, para volar. @kadaui