#ElPerúQueQueremos

Los libros que no llegarán

a Colombia

Publicado: 2014-01-08

Agradezco al crítico colombiano Darío Rodríguez por su lectura de mi segundo libro de cuentos: "Algo se nos ha escapado" que publicó Borrador Editores en Perú y Criatura Editores en Uruguay y Argentina. Volví a casa el domingo luego de un viaje a Potosí y me di con la sorpresa de esta nota...


Texto tomado de Enórbita.com:

Érika Martínez y Katya Adaui, dos autoras desconocidas en Colombia, son los ejemplos de las dificultades que tienen algunas editoriales y escritores extranjeros para incursionar en el mercado del libro nacional, debido a la escasa publicidad o a los altos costos de importación. Un repaso a ciertos libros que todavía les son esquivos a los lectores colombianos. 

El mundo sigue siendo ancho y ajeno en algunos aspectos culturales. El hecho de que la Orquesta Filarmónica de Berlín no haya pisado territorio colombiano es una muestra de esta situación. También si algunos empresarios siguen reacios a traer muestras importantes de cine independiente sustentándose, quizás, en prejuicios relacionados con la aparente mala formación del espectador promedio y en el riesgo económico que implica exhibir posibles fracasos comerciales.

No deja de ser insólito que en plena era de internet, justo cuando a este planeta ya casi todos lo consideramos una aldea, cuando las distancias para compartir información y productos artísticos se han eliminado, todavía ciertas personas deban quedarse sumidas en la ilusión, las ganas frustradas y el ansia de conocer manifestaciones del espíritu foráneas debido a que se tendrían que emprender viajes épicos si se quisiera llegar hasta ellas, o a que los canales distribuidores funcionan mal o no funcionan para hacerlas llegar hasta acá.

Con algunas producciones literarias de comprobada calidad esta lejanía se convierte casi en una variante de la literatura fantástica. Es absolutamente increíble que no existan en ninguna librería colombiana los volúmenes de aforismos y poemas escritos por la española Érika Martínez. Y que en un ámbito como el nuestro deba explicarse quién es Érika Martínez induce a cierta perplejidad.

Sin figurar en las listas de nuevos escritores realizadas por ferias del libro ni revistas, sin contratos con sellos editoriales gigantescos, la obra de Martínez es uno de esos aportes al idioma y a la creación literaria misma que surgen solo excepcionalmente dentro de un mundo en el cual criterios económicos gobiernan los rumbos estéticos. La honestidad y no pocas veces la actitud escueta, desarrapada, de Érika Martínez para considerar a su generación, a su país y a sus contextos son singulares. El hecho de que esas búsquedas y hallazgos se enmarquen dentro de géneros tan exigentes como el aforismo y el poema, vuelven a esta obra una referencia obligada a la hora de saber cuál es el estado auténtico de las letras en lengua española.

El problema con los libros de Martínez es que su comercialización se reduce exclusivamente a lugares donde los editores y jefes de ventas saben que van a venderse: México, Argentina y, por supuesto, España. La casa editorial independiente que la ha publicado teme, de seguro, que esos volúmenes (en especial su más reciente poemario El falso techo) pasen sin pena ni gloria en naciones como Colombia. El asunto del nombre y de la reputación en este sentido es primordial: si no hay detrás de la poeta una gran campaña publicitaria, si no ha ganado un premio reconocido con amplitud por múltiples medios de comunicación, lo más probable es que sus libros, aunque sean muy buenos, no tengan éxito económico. El resultado: esos libros no asomarán por tierras colombianas.

El asombro ante este fenómeno crece si se coteja otro caso que ocurre en un país vecino del nuestro como Perú. Una editorial mucho más modesta que la de Érika Martínez (y esta modestia no en cuanto a calidad sino en cuanto a infraestructura) publica la colección de cuentos Algo se nos ha escapado de Katya Adaui, en 2011. Debe decirse, en primer lugar, que no se trata de cualquier colección de cuentos. Katya Adaui es una narradora poderosa que se enfrenta en este libro a temáticas intrincadas por dolorosas y complejas de relatar: la vida familiar, la relación con los padres, clara y oscura a un tiempo, y los conflictos inherentes a toda amistad.

Los escritores serios saben que a esos temas se entra con pinzas y no siempre se logran superar las grandes dosis de cursilería y sentimentalismo cuando se los aborda. La maestría de Adaui desconcierta. Sus registros escritos pasan del humor a la reflexión sopesada y de esta a la poesía, sin dejar nunca de narrar con suficiencia. Algo se nos ha escapado es un libro que plantea, de nuevo y en buena hora, la capacidad del cuento como formato preciso para entender los laberínticos juegos en las relaciones interpersonales.

En segundo lugar, como Érika Martínez, Katya Adaui no pertenece al star system literario. Parcialmente conocida fuera de su país (en Argentina, sobre todo, donde ha publicado), aun no le han dado la bendición los emporios editoriales ni difunden sus libros mostrándola como la revelación que, por otra parte, es en realidad. Por tanto, es una tarea titánica (e imposible) conseguir sus libros en Colombia.

Érika Martínez y Katya Adaui. Dos ejemplos de creadoras con obras formidables cuyos libros no se disparan en ventas ni gozan del aura comercial suficiente como para poder ser leídos en todo el continente y, mucho menos, para que arriben a las librerías de un país poco lector como Colombia. Pero hay más. Y pueden mencionarse al vuelo otros nombres: la mexicana Alexa Legorreta, el español Juan Soto Ivars, el chileno Leonardo Sanhueza, el argentino Washington Cucurto.

Alguien podría aconsejar que los libros de estos autores se compren por internet o que se encarguen con algún conocido que viva donde ellos escriben. Esas serían las soluciones sencillas. Sin embargo, estas omisiones de autores importantes muestran hasta qué punto las librerías se han convertido en meros comercios y han dejado de ser espacios de hallazgos literarios. Eso sin mencionar la valoración que un lector contemporáneo le brinda a las librerías mismas.

Aunque es comprensible la posición de los libreros independientes colombianos que deben competir con auténticos monstruos como las librerías tradicionales, con los precios de importación y ventas, y con el fatigante ejercicio de ofrecer mercancías casi desconocidas o sin celebridad mediática, no es inútil pedirles o sugerirles desde esta tribuna algo más de riesgo u osadía, y un poco de adicional ímpetu suicida para que nos hagan posible la lectura de estos escritores quienes, sin pasarelas y sin estar en boga, vienen brindándole una fuerza inusitada a nuestra literatura posicionándola, lejos de booms y de impactos propagandísticos, como la voz del sempiterno caos en el cual solemos movernos aquí y más allá del océano, salvaguardados por lo que nos une: un mismo idioma.





Escrito por

Katya Adaui

¿Qué es lo que quiero contar? ¿Qué es lo que he aprendido?


Publicado en

Casa de estrafalario

Escribo para descubrir, para ser feliz, para viajar, para volar. @kadaui